Trujillo en Ceuta y Melilla

“Ceuta y Melilla son vestigios del pasado que interfieren en la independencia
económica y política de este país y en las buenas relaciones entre los dos países”. Estas
declaraciones no provienen del majzén, sino de la exministra de vivienda socialista
María Antonia Trujillo. No sabemos si a estas pretensiones hay que añadir el rico
Sahara, con su formidable costa de más de mil kilómetros de litoral atlántico; Ceuta,
Melilla, las plazas de soberanía, Canarias con sus volcanes subacuáticos, Mauritania al
completo, parte de Mali y de Argelia, y si es preciso, la misma Tombuctú para
revitalizar así el comercio caravanero y consumar el sueño nacionalista del mítico
fundador del partido nacionalista Istiqlal Allal Al Fasi (1910-1974). Solo quedaría
solventar la afrenta histórica de la expulsión de los moriscos como un agravio directo a
la nación marroquí.
De vez en cuando, el majzén transmite al pueblo la humillación de la intervención
extranjera, y emula gatillazos de marchas verdes sobre dos ciudades profundamente
mestizas tal y como sucedió en mayo del 2021, tras la ocupación literal de Ceuta. Pero
la jugada no salió como se esperaba, ¿quiénes son los colonos del Marruecos actual?
Señala Trujillo que Ceuta y Melilla interfieren en la independencia económica del país.
Sin embargo, Marruecos recibe buenos dineros de algunos de sus antiguos colonos:
desde el 2007 cerca de 13 mil millones de la UE y unos 320 millones procedentes de
España entre 2017-2021, repartidos en créditos y ayudas para infraestructuras
ferroviarias e incluso vehículos y drones para la policía. ¿Es esta la interferencia
económica a la que se refiere Trujillo? Pero es preciso hacer de la necesidad virtud, por
eso Ahmed Charai, director de la revista ‘L’observateur du Maroc et d’Afrique’ y
miembro del Atlantic Council de Washington, escribía: “La cuestión de unirse a la
Unión Europea no es absurda. Esto permitiría a Marruecos dar un salto decisivo hacia la
modernidad y el despegue económico y permitiría a Europa tener un anclaje, más allá
de las tradiciones poscoloniales, en África…”. Y en eso estamos. El dominio del Sahara
Occidental es la rampa hacia el África negra y el majzén siente que le arrancan algo
suyo e irrenunciable. Y para ello recurre, cuantas veces sea necesario, al fantasma
colonialista.
Sin embargo, y desde esta perspectiva, es más sangrante para los españoles la ocupación
británica de Gibraltar y sus terrenos adyacentes, una plaza en la lista de territorios no
autónomos pendiente de descolonización según la ONU, estatus del que no gozan las
dos ciudades autónomas españolas. Respecto a Ceuta y Melilla ¿por qué motivo
deberían de ser marroquíes? ¿por qué generan tanto desinterés en la sociedad española?
Existe un factor sentimental; un agravio oculto, un sentimiento de culpa presentado
como historia irrefutable: ¿tiene que ver con el pasado andalusí?
Desde 1956 Marruecos es un país teóricamente independiente como estado nación, y,
sin embargo, el vecino parece que desea volver al emirato almorávide o el califato
almohade.
De vez en cuando el aparato informativo del majzén utiliza toda la propaganda
necesaria para soliviantar un sentido de agravio permanente: es aquí donde entran los
factores sentimentales relacionados con la historia de Al Andalus, el mítico jardín de las
Hespérides, el sueño arrancado por la brutalidad de…los colonialistas que aparecen
cuando es preciso. Basta una señal para que el orgullo de la población enardecida

emprenda una marcha de entusiasmo a través de un desierto de penalidades para formar
una nación que sueña con un pasado imperial.
Y ¿cuál es la amalgama de estas pretensiones imperiales? El islam, fomentado desde el
poder pro-majzén u oposición; de otra manera ¿qué sentido tiene reivindicar las dos
ciudades autónomas? Desde esa perspectiva, ¿por qué no reclamar Argel, Orán,
Tremecén, Trípoli o Túnez e incluso parte de Mauritania bajo el califato almohade? Con
seguridad, y desde un punto de vista histórico, son más importantes que Ceuta y Melilla.
Para agravar más la situación, surge el orgullo étnico panarabista, o una versión local
bereber, en función de las opciones político-sentimentales de cada uno. La
reivindicación de Marruecos tiene que ver más con una visión grandiosa de sí mismos
que con los límites del estado-nación.
Pero conviene hacer un ejercicio inverso. Durante el emirato (756-929) y el califato de
Córdoba (929-1031), las comunidades cristianas son numerosas e inician un proceso de
arabización; ¿qué sucedería si los descendientes andalusíes de diferentes credos
reivindicaran las plazas marroquíes como propias antes de las invasiones
norteafricanas? Parece un disparate, pero, al fin y al cabo, la capital era Córdoba y el
califato ocupaba buena parte del norte de África.
Es preciso explicar que la construcción del Estado-nación es un punto y aparte. Esto no
se ha entendido desde la Marcha Verde.
El sentido de agravio permanente es como un muñecajo agitado a conveniencia; basta
mentar un pasado glorioso y contrastarlo con la miseria actual para excitar los
sentimientos.
Pero y aunque España lo desee, no puede devolver lo que le pertenece por derecho,
historia, lógica y sentido común. No hay modo de escapar de lo derecho, lo que está
bien y es correcto. Pero el vecino conoce la fragilidad estratégica de las dos ciudades
autónomas, y por eso las reivindican, lo que mina la imagen de España. Pero se carece
de legitimidad, por mucho que una reliquia como la Liga árabe muestre su apoyo a la
causa fraternal islámico-panarabista. Sin embargo, cabe preguntarse qué opinión tienen
los de la Liga árabe ante la gran historia de amor que viven Israel y Marruecos.
Es difícil de entender a Trujillo, pero es sincera; sus vínculos afectivos con Marruecos
son evidentes y los linchamientos públicos siempre son despreciables. No es la única
díscola del PSOE en ese sentido; recordemos al diplomático Máximo Cajal (1935-
2014), quien entre otros cargos fue subsecretario de Asuntos Exteriores y asesor de la
alianza de civilizaciones de Zapatero. La propuesta de Cajal se basaba en una
“retrocesión” de Melilla en un plazo de 20 años y el rechazo de cualquier discusión
sobre Ceuta hasta incorporar a Gibraltar a la soberanía española. Do et des, aunque hay
que contar con el Reino Unido ¿están interesados en desprenderse de su recién
estrenada ciudad sureña? La cuestión es; ¿qué propone la exministra socialista en este
intercambio de soberanías salvo reproducir el monólogo de los que se sienten
agraviados y comercian con enormes territorios?

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