Toda guerra comercial pasa por Irán

Parte de la historia contemporánea pasa por Irán. El golpe de Estado-operación Ajax- que derrocó a Mosaddeq en 1953, la revolución del año 1979, o la toma de rehenes en la Embajada estadounidense de Teherán en 1979, son algunos de los hitos que lo han convertido en aquel lugar común donde verter nuestro pavor, fobias, y fascinación.

La revolución de Jomeini fue un suceso extraterrestre a finales de los años 70. Hay ideas y trayectorias históricas nacionales que duermen en la conciencia de las personas, y que tras una proyección difícil e imposible, se convierten en realidad.

La guerra Irán-Iraq (1980-1988)fue un suceso enmarcado en el contexto de frenar esa revolución en otros países. A estas calamidades hay que añadir todas las plagas propias de los países de economías rentistas. Parece que todo  tiende hacia a la unidad en Oriente Próximo, una mismo sabor, características demasiado parecidas, como el culto al petróleo, gas natural, y sus derivados. Es verdad que la monotonía en la producción económica, y la dependencia de los mismos productos en países como Arabia Saudí y los pequeños Estados del golfo, es enriquecida por la vitalidad económica y social propia del mundo túrquico-persa.

Controlar la energía es tan antiguo como la caza o la recolección de frutos. Es algo tan necesario y primario, que la mayor parte del mundo entiende y justifica una guerra por acaparar energía, a pesar de la hipocresía manifiesta.

Sin embargo, el control de la tecnología es mucho más complejo, pues trae una multiplicidad de medios y dispositivos fabricados en diferentes partes del mundo, y que a veces son estratégicos para la seguridad. Además han producido unos cambios extraordinarios en nuestra forma de relacionarnos y consumir.

El devenir pasa por un dispositivo móvil, armado con una tecnología que modifica y condiciona nuestros hábitos de comportamiento.

Las estadísticas e información que facilita un móvil es preciosa. Todos nuestros hábitos y futuribles se pueden interpretar a través de los datos de diferentes aplicaciones instaladas en el dispositivo móvil. Luego los motores de búsqueda- es decir, esa herramienta que conecta nuestra voluntad con los deseos- tratan de encauzar nuestras necesidades por el camino adecuado, gracias a los algoritmos.

En consecuencia es fundamental mantener los dispositivos móviles controlados. Por eso Meng Wanzhou, la bendecida hija del fundador de Huawei, ha sido detenida en Vancouver. La acusan de haber vendido a Irán, a través de una empresa subsidiaria, material de la estadounidense Hewlet Packard. Al parecer se trata de un delito cometido hace diez años, cuando las sanciones asfixiaban al país persa. El material estaba valorado en un millón de euros, y nunca se llegó a vender. No parece una causa mayor, aunque  los iraníes sean capaces-incluso en un garaje- de crear un gigante tecnológico gracias a Huawei.

En definitiva, es osada la detención de la directora financiera, y probable sucesora de una de las empresas más atractivas del mundo.

Pero toda guerra comercial pasa por Irán. También es un aviso a la UE, decidida a sortear el refrito de sanciones, a través de la SPV, una oficina especial para poder comerciar con Irán. Rusia y China harán lo propio. En realidad esa oficina tiene un significado más político que práctico. Es un eje anti Trump contra el proteccionismo.

El 13 de febrero del 2018, los responsables de 5 agencias de seguridad estadounidenses señalaron a las grandes empresas tecnológicas, en especial Huawei, de espiar para China.La responsabilizan de brindar información al Gobierno de Pekín. Desde el 2014 el gigante tecnológico no opta a ningún contrato público de EEUU.

El caso es que tenemos otra guerra comercial entre China y los EEUU. Irán es el invitado de honor, aunque parezca el protagonista. Es el lugar común donde confluyen todas las fobias posibles. Un enemigo declarado de los EEUU. Pero no de la UE. Y esa es la clave. La UE había negociado muchos contratos con Irán, después del acuerdo de la administración Obama. Renault, Siemens, Shells, o ENI estaban a la espera de hacer negocios en el país persa.

La teatralización de las responsabilidades no beneficia a los estados intermedios-como Irán- que están a la espera de inversiones o de más sanciones. Pero siempre a la espera de las decisiones de inversión en su economía. En realidad beneficia a los grandes, porque necesitan motivos para evitar un enfrentamiento directo. Irán es una nación velada a la realidad. El lugar donde parece que empiezan y acaban los problemas, aunque muchos no saben por qué.

Poco importa lo que puedan ofrecer los iraníes. Son los destinatarios del mal absoluto, el punto cero donde el Armagedón va a estallar. De ahí que los turistas se asombren una vez que encuentran personas, con esa amabilidad tan característica, por las calles de las ciudades más atractivas del país.

Lo sorprendente es que todos los caminos pasan por Teherán. Tiene que haber algo más que comercio, tratados nucleares, petróleo, o ruta de la seda. Y eso es una cuestión ideológica asociada al liberalismo en todas sus facetas. Porque después de Irán, para bien o para mal, vendrían muchos otros.

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