Girih; trayectoria retrógrada

La visita de un asteroide de procedencia interestelar contra corriente y camicace ha causado cierta admiración y perplejidad. Parece ser que se dedica a dar vueltas en sentido contrario, en trayectoria retrógrada. Es un paria.

Lo natural en estos casos es girar en sentido antihorario, tal y como lo hacen todos los elementos de nuestro sistema solar.

Pero este lo hace en rebeldía, en medio de miles o millones de meteoritos, asteroides, satélites y planetas. La aparición de un cuerpo así genera cierta fascinación entre las mentes curiosas. Va contra toda lógica, y parece irracional.  

A pesar de la insignificancia en términos de masa, su influencia puede ser determinante. No importa la magnitud. Una pequeña colisión con alguno de los gigantescos  cuerpos que giran en torno al rey, puede provocar un gran desbarajuste.

Algunos pensaron que se trataba de un asteroide que tarde o temprano iba a chocar. Sin embargo los cálculos indican que no se va a producir ninguna colisión. Es sorprendente ver como sortea una masa ingente de cuerpos sin impactar contra ninguno de ellos, como en aquellas avenidas de India, donde coches, motos y peatones, esquivan de un modo milagroso cualquier golpe.

Si vino de fuera, parece que se ha integrado muy bien. Cabe la duda de que sea producto de nuestro sistema solar, algo que desechan los científicos. No es posible, al menos desde hace millones de años.

Es natural enfurecerse contra los obstinados en provocar un desastre. Lo normal es integrarlos en nuestro sistema. Muchos sienten fascinación por un elemento así. Por supuesto, mientras no amenace nuestras vidas.

La diferencia debe de estar sometida a un estricto control en nuestro sistema.

Como es sabido, todo reflejo de arriba tiene su correspondencia aquí abajo. ¿Y si la trayectoria de ese asteroide fuera la original de nuestra galaxia?. Igual es nuestro sistema el que gira en sentido errático. Por eso vamos de cabeza hacia la extinción provocada por nuestra avidez.

Girih: La teoría del medio

La visión de conjunto es estable y homogénea. Mientras que la particularidad es irrepetible. Hace cientos de años, algún ingenio anónimo, lo representó en la mezquita Darb Imam, en Isfahán. Los investigadores Steinhart y Lu quedaron admirados cuando descubrieron estas estructuras llamadas cuasi cristalinos. Se trataba de líneas decorativas únicas y especiales, diferentes unas de las otras, aunque en una misma composición. Es un principio universalreconocer diferentes formas poligonales en un único patrón, aunque sin dejar huecos ni espacios vacíos.

 Estos diseñadores eran sabios. Son los detalles a corto los únicos que pueden desencadenar un cambio real en beneficio de todos. Y en la historia, la sorpresa es la única constante. Aunque lenta.

La sensación de lo predecible es una ilusión. Lo único real es lo imposible. “Desconfía de un discurso carente de detalles”.

En realidad las sociedades democráticas no integran, sino que diluyen esas pequeñas diferencias necesarias para continuar con el trazado de esa geometría girih. Pero la respuesta al reto de la inmigración es el mercadillo. Podemos amar otras culturas, aunque sin sacarlas del museo. Para muchos, fuera de estas cuatro paredes, son expresiones decadentes. Y nadie quiere ser objeto de escarnio.

Es difícil de concebir el progreso de esta manera. Y mucho menos en términos económicos. Especialmente cuando las vallas y las concertinas están a punto de colapsar, y el estómago de millones de seres está literalmente lleno de bolsas de plástico. La época de la razón es el término que utilizan algunos con orgullo-y cobardía- para señalar la apariencia de una explotación ordenada, cuando es de lo más estúpida, caótica e irresponsable. El individuo transformado en una sustancia de consumo hasta el jubileo, fenómeno hoy en extinción.

Quien arguye al gatopardo se equivoca. La sorpresa es el patrón común. Porque a pesar de la resistencia, la variación que ofrecen los marginados es tenue, casi imperceptible. Pretender dar estabilidad inamovible, en el terreno de las ideas y la política, es una ilusión urdida por la habilidad del mediocre.

Estamos en el bucle de un concierto que no admite la disidencia fuera, aunque se respete y fomente dentro. Esta centrifugadora cultural está programada para girar en un único sentido.

La armonía social contiene la diferencia.  

Un simple aleteo de una mariposa, en el lugar preciso, puede causar un huracán en el otro extremo del mundo. Pero para eso hay que pasar por multitud de estados intermedios, tenues y originales, hasta que se convierta en un huracán. Por eso una bravuconada de un idiota con poder puede provocar una guerra colosal.

Hasta una sentencia judicial puede desbaratar un partido poderoso, con redes clientelares bien asentadas por todo un país. Cabe la posibilidad de que esa partida haya sido consentida por casi todos.

La honestidad de los mediadores está tutelada por los dogmas de la hiper sensibilidad, por eso el arte de la política se ha reducido a no expresar nada que sirva para ofender al otro, en un ejercicio de auto censura que aumenta día a día. Los líderes condotieros ejercen el poder de la corrección, bien canalizada y desbaratada por la banalidad de las redes sociales.

El rigor de la razón se ha desvanecido por la crisis de mediación en el momento en que los canales de comunicación ya son de dominio público.

La pregunta es si debemos proteger a aquellos objetos que giran alrededor del imperium, aunque en sentido contrario, o  hacer como si no pasara nada.

Dicen que la democracia representativa y el liberalismo están en decadencia porque se han cometido excesos brutales. Pero su única definición es la crisis permanente. Se manifiesta en la inmensidad de talento que se ha quedado-y queda- flotando en el aire, en una especie de feudalismo tecnológico. Son tan sofisticados los mecanismos de exclusión que resulta descorazonador. El mediador ha quedado atrapado en el tópico y la mediocridad, mientras que el ágora tecnológica no consigue cambios efectivos, al menos hasta el día de hoy.

¿Entonces?

Es posible que con ligeras modificaciones, dentro de un mismo patrón, se consigan cambios efectivos, hasta formar un conglomerado construido a base de diferencias armoniosas. El poder de la transformación pasa imperceptible por un mosaico donde se valore con sinceridad lo extraño  y lo ajeno como parte de la riqueza que embellece una nación.

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