Cuando llegó a Jerusalén en 1917, el general Allenby anunció que finalmente concluían las cruzadas, y cuando los franceses llegaron a Damasco, su comandante marchó hasta la tumba de Saladino en la gran mezquita y gritó: “Nous revenons, Saladin” (Estamos de vuelta, Saladino. Muhammad, Karen Armstrong).
Una fatalidad histórica, que se extiende hasta la actualidad, explica en parte el silencio del poder político y mediático sobre la violencia extrema que se sufre en Palestina. Olvidadas quedan las invasiones de Afganistán, Libia, Siria, Líbano, Irak o Irán, por citar solo algunas de ellas. Un milenio se ha consumido desde las cruzadas, pero la obsesión se mantiene. En una mágica trasposición de ingeniería social, se descarga una violencia brutal sobre el ónfalo de Jerusalén: ¡qué gran emoción sintió el general mientras observaba la tumba de Saladino!
Dicen que la historia se debe de conocer para que no vuelva a repetirse, aunque los eventos se reproducen una y otra vez, cada uno en su contexto. Los esquemas son similares; destrucción moral y física del adversario apuntalada por la manipulación caricaturesca de los árabes en el cine y la televisión. Así surge la figura del mauro/árabe: son el enemigo secular que el viejo Tolkien insinúa en el Señor de los Anillos.
El siglo XX y lo que llevamos de XXI reproduce los mismos prejuicios. Parece que nada ha cambiado desde la Conferencia de Algeciras (1906) y el infame reparto de Sykes-Picot (1916). En aquel tiempo, se sucedían todo tipo de atrocidades-tal como hoy- en especial, en Argelia, donde se mutilaba a las mujeres para arrancarlas las ajorcas de oro que desde niñas decoraban sus tobillos. Todas las independencias se solventaron a sangre y fuego, tal y como se plasmó en la célebre película “La batalla de Argel”. El orden europeo dio paso a la Guerra Fría y ahora al imperio omnímodo unipolar. Estos crímenes se han olvidado, pues nadie ha sido juzgado.
Esta animadversión hacia el islam tiene en la península ibérica su encrucijada, el alfa y omega, donde se desparraman las pasiones ideológicas, sean religiosas y/o políticas, que a veces son una misma cosa.
En ocasiones, se apunta a la conquista de América como la gran gesta hispánica, sin embargo, la conquista de Al Andalus no le va a la zaga. Fue a costa de decorar Castilla y Aragón con arcos apuntados, dovelas rojiblancas y minaretes con campanas incrustadas. De adoptar las ciencias escritas en árabe.
La formación de España como Estado-Nación se fundamenta sobre la mitología de la conquista de Al Ándalus. El resultado fue un catolicismo imperial, en pugna con los protestantes.
Este relato simbólico es un modo de justificar un proceso posterior, que no se corresponde con lo sucedido durante ocho siglos en la península ibérica. Si la gesta hispánica de Castilla y Aragón, luego unidas, tiene uno de sus fundamentos en la lucha y el triunfo sobre el mauro y el islam, ¿qué sucede cuando el Estado pierde su fuerza en un contexto de transgresión fronteriza?
El resultado de cierta corrupción política y la disolución de fronteras e identidades traen a los savonarolas contemporáneos, a los que hoy pretenden poner el cubrebocas. Sin embargo, estos reformadores puritanos no apuntan al verdadero centro, aunque el tiro es efectivo: son los mauros musulmanes los que amenazan la unidad de España y los que consumen sus recursos, en contubernio con los rojos: ¡qué rara alianza!
Considerar a los marroquíes, por definición musulmanes, como enemigos de España es malintencionado: ¿no son ellos los que abandonan su país por otro en el que ponen sus esperanzas? Por otro lado, cientos de empresas hispanas prosperan en el país vecino.
El espectáculo es triste y se puede ir de las manos. Los marroquíes, la primera comunidad en número de migrados, no deben estar en la diana. En efecto, es difícil encontrar una comunidad tan marginada y escaso arraigo como esta, aunque las responsabilidades son compartidas, pues el encastillamiento de algunos nacionalistas magrebíes con pasaporte europeo alimenta al uróboros.
Física cuántica para la antropología actual
La física cuántica actual sugiere un hecho de lo más interesante: la función del observador no es pasiva e influye en el fenómeno o sujeto observado. La interpretación de Copenhague señala que un campo cuántico no tiene posibilidades de medición hasta que es observado. Es inevitable en antropología establecer paralelismos: las expectativas que se generan sobre las personas influyen en su propia percepción.
La política de reconocimiento de unos y otros es selectiva y tiene carácter prejuicioso y retroactivo. Recordemos que los sefarditas, por iniciativa del exministro Gallardón, recibieron su redención con la nacionalidad española. Olvidados estám los Torres, Sordos y Seguras, apellidos hispánicos al otro lado del Estrecho.
La construcción mitológica patria pasa por la lucha contra el islam; así lo declara la cronología medieval, construida por el poder real, eclesiástico y nobiliario, de tal manera que se ha elaborado una historia digna del mejor guion de Hollywood: llega la morisma nada menos que de Arabia junto a unos pocos miles de bereberes. Tras una sola batalla conquistan la península, un territorio de 583.254 km². Lo que a los romanos les costó doscientos años, la morisma es capaz de hacerlo en tan solo unos meses. Eran fieras con cimitarras, corta cuellos de un proto daesh pergeñado por los ancestros de Bin Laden.
¿Cómo detener a estos criminales, se preguntaron los nórdicos?. Gracias a la fe verdadera, que dormita en las cuevonas asturianas, se inicia una reconquista de ocho siglos de duración. ¿Qué es más prodigioso, una conquista por unos pocos miles de hombres de un inmenso territorio u ochocientos años de guerras y destrucción de Al Andalus? ¿ una realidad territorial que abarcaba también a los territorios cristianos?. Esta impostura se registra en la memoria de los niños. La simplicidad del mensaje requiere de buenas tragaderas.
Toda esta fantasía mitológica en torno a la reconquista está ensartada, sin embargo, por hechos verdaderos y protagonizados por la pujanza de los reinos cristianos: ocupación de la línea del Duero, el valle del Tajo y del Guadalquivir, mientras que al este se consuma el dominio de la línea del Ebro y la costa del Mediterráneo.
Arrasa la navaja de Ockham sobre la complejidad de la historia, siega e iguala los fenómenos y procesos humanos que Ibn Jaldún describió en su célebre los Prolegómenos (Al Muqqadima). En este un proceso de demolición y construcción, como un lápiz que escribe y borra su propia escritura. Hay que señalar al mauro, su amenaza sobre el limes hábilmente explotado por el majzén marroquí.
Como es sabido, tras un periodo de contracción, viene otro de expansión. Tal vez toque replegarse tras las fronteras, pero no será permanente. El fenómeno de homogeneización exige el vuelo de una autopista sobre el Estrecho de Gibraltar o la perforación de un complicado túnel capaz de suturar los 14 kilómetros del Estrecho.